Una reflexión muy personal sobre comunicación en la empresa

Cada vez más, los cambios en el entorno empresarial son súbitos y constantes, y cada vez más obligan a la adaptación rápida y permanente de la propia empresa, lo que se traduce en una interminable secuencia de nuevos proyectos, implantaciones, redefinición de estrategias... Pero no se puede olvidar que los cambios multiplican las incertidumbres, los miedos y con ellos las tensiones en el colectivo de empleados, y muy especialmente cuando éstos no tienen la posibilidad de participar e influir en las decisiones que de forma directa les van a afectar. Ante estas situaciones, las necesidades de información se agigantan, como vía de entendimiento y comprensión de los efectos de los cambios así como de sus objetivos finales. Y en este contexto, la impresión es siempre que la información facilitada resulta insuficiente y a veces incluso interesada (la transparencia emerge como elemento imprescindible). Para invertir esta percepción es primordial saber aportar el marco de referencia real de hacia dónde se mueven las cosas, permitiendo que los empleados se sitúen en línea con los objetivos.
Pero hay que ir más allá. La organización debe anticipar estas situaciones e involucrar a su plantilla de empleados en las decisiones, desde la génesis misma de los proyectos, escuchando e incorporando sus opiniones y sugerencias. De esta manera resultará mucho más sencillo lograr que los hagan suyos, pero es que además las aportaciones de los empleados son normalmente la mejor garantía de éxito pues nadie conoce mejor que ellos todos los entresijos de su quehacer cotidiano.
Por estas y otras razones, todos los cambios, evoluciones, redefiniciones... deben ser analizados y valorados detallada y pormenorizadamente antes de su puesta en marcha, y siempre a la luz de la premisa fundamental de que el equipo humano, las personas, son la clave de su éxito. No saber convencerlas e involucrarlas es un paso seguro hacia el fracaso. Por lo tanto, con carácter tanto previo como simultáneo y también posterior, hay que informar con total claridad y exactitud de todas las causas, objetivos, pasos a seguir, sus consecuencias positivas y negativas... y hay que escuchar con atención y voluntad integradora todos los pros y los contras que los empleados puedan plantear, tratando de dar cumplimiento a sus necesidades en la medida de lo posible. Todo ello puede introducir un cierto grado de lentitud a la hora de introducir los cambios, pero no importa, parece más adecuado que introducir cambios repentinos sin atender a la necesaria información y formación de los interesados, permitiendo su adaptación progresiva, su reciclaje si es necesario, y facilitando su colaboración e involucración.
Si se acepta este planteamiento, no cabe sino convenir en el carácter primordial y necesario de la comunicación a la hora de afrontar la evolución y las transformaciones que la realidad cambiante exige a cada momento en el mundo empresarial.

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