Mala gente que camina y va apestando la tierra


Hace un tiempo escribí un breve artículo, fruto de la situación laboral que atravesaba alguien muy querido. Lo he rescatado y permitidme que lo comparta, algo retocado, tras leer con estupefacción que una empresa murciana sale del trance con una simple multa de 6.000€ al ser sancionada por acoso a una empleada tras ser madre ¡incluso aunque, a pesar del requerimiento de la Inspección laboral, no activó el protocolo anti acoso tras la denuncia que interpuso la trabajadora! Indignante.
Es indudable que en el ámbito laboral se han dado pasos importantes en las últimas décadas en el campo de la satisfacción de los trabajadores. Hace ya tiempo que esta tendencia ha dejado de ser una novedad o una simple moda para convertirse en una realidad en la mayoría de las grandes empresas, casi una obsesión por momentos para algunas de ellas en términos de marketing interno. Sea como fuere, bienvenidas sean estas actuaciones. Que se sigan y se multipliquen.
Dicho lo anterior, sería muy deseable, en mi opinión, algún progreso significativo en el terreno de la monitorización, el control y la auditoría de cómo están llevando a cabo la gestión de sus recursos humanos quienes la tienen encomendada, seguir día a día y supervisar el estilo directivo de cada mando. Desde la óptica de los subordinados, se vería subrayada la voluntad de su empresa de conocer y supervisar el comportamiento de sus directivos y mandos en cuanto gestores de personas, tratando de corregir los hábitos no deseados. El mando tiene, siempre, necesariamente, un papel decisivo como transmisor de los estilos, los valores, los métodos… que la empresa proclama y desea para sí, por lo que habrá que exigirle comportamientos habituales que los reflejen.
Si echamos un vistazo a las estadísticas de acoso laboral comprobamos que en España, las últimas que he localizado, que son de 2015, lo sitúan en el entorno del 15% de los trabajadores (uno de cada siete-ocho, una auténtica barbaridad, subiendo además desde el 10% que señalaban las estadísticas de 2008), siendo así que en algo más de la mitad de los casos el jefe sería el acosador [este último dato es de 2008, disculpad que no he localizado otro más actual]. No hay justificación alguna para la inacción de las empresas a este respecto.
Si nos detenemos a pensar que cada empresa es en sí misma un microcosmos en el que podemos encontrar toda la tipología humana (buenos, malos, mejores y peores, auténticos santos pero también psicópatas) o si hacemos un pequeño esfuerzo de abstracción e imaginamos un colectivo virtual del que formaran parte todos los mandos de todas las empresas españolas, llegaríamos a la conclusión de que dentro de ese colectivo habrá genuinos prodigios de bondad y sensatez, dignos de ser ensalzados en altares profesionales, pero forzosamente tendrá que haber también enfermos con patologías, digamos, despóticas o tiránicas, incluso delincuentes (mala gente que camina y va apestando la tierra en expresión genial de Antonio Machado). Y los envestimos de autoridad jerárquica sobre personas, con poder de disposición sobre ellas. Ponemos en sus manos parte de su futuro profesional y en alguna medida también personal. Cuando menos, da que pensar. Sacar a la luz estas situaciones justifica por sí solo cualquier esfuerzo.
Cada organización debe buscar su estilo directivo propio, el que entienda como óptimo, definirlo, explicitarlo, defenderlo, exigirlo, reforzarlo, actualizarlo… y, por supuesto, vigilarlo y auditarlo. Porque además, partiendo de los estilos directivos individuales evaluados, la empresa tendrá una visión muy aproximada de su estilo directivo genérico. Se habrá contrastado así el estilo que el devenir de la empresa ha ido creando. A partir de ahí será más sencillo localizar los aspectos a corregir y actuar en consecuencia.
No admitamos más comportamientos que por acción u omisión, de forma intencionada, negligente o por simple dejadez, ponen de manifiesto la carencia de escrúpulos, del más mínimo sentido ético, la incapacidad de mostrar el debido respeto y consideración que todo trabajador merece.
Perdón por el sermón. Estoy indignado.

*He andado muchos caminos (Antonio Machado)https://docs.google.com/document/d/1-3WiHIRGmvHunFFfbWGdwvSZqAXutjmYM4RAyWiHz5o/edit

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